25 febrero 2006

Tal vez


En un alarde de bestialismo a una le da por escribir. Por retener impresos retazos de su cotidianidad enclenque, burda.
Para el fin de semana, la rutina de los cinco días anteriores se ha hecho pasado. Y repaso el calendario. Y decido volver a los paseos, a los pasos.
Tal vez lleve razón el Doctor y deba cambiar de agenda, o pasar página. Pero tal vez, hoy no sea el día y lo que me apetezca sea mirar qué tengo anotada en ella, por si se me pasó algo interesante.
Diría que una, a estas alturas de la película, está empezando a vivir. Joder, qué suerte, y que pocas ganas, qué pereza. Debe de haberme sentado mal leer de nuevo "La Espuma de los días"
Ya no tengo cabeza para viejas glorias.
Si los martes no se llenan, si los jueves se quedan vacíos, volveré a la fotografía.

También a la música, pero esta vez sin que nadie me oiga.
En todo caso, podría retomar mis anotaciones para futuros ensayos. O escribir relatos pornográficos para ese panfleto subversivo que me tira los tejos. O volver a la política.

O, incluso, volver, que no es poco.
Mi ciudad se convierte de nuevo en mi refugio.
Gracias Jose Luís por fotografiármela y enviarme todas las visiones que tienes de ella: es raro que viviendo los dos aquí, se me pasen por alto tantas cosas.
Pondré tus visionados de nuestra urbe en este “blog de notas”, en este cuaderno red.
Lo que me jode es que seas demasiado amigo como para ser amante, demasiado soltero para estar casado y demasiado parecido a mí como para que seas mío.
Tras todos estos años, sigo igual. Más canosa. Menos amantes en estos últimos meses y más despistada que de costumbre.
Debieras ser el visor a través del cual mirar el mundo, o joder, por lo menos, préstamelo para ver mejor a mis futuros hombres...

Ya sabes que a ti, nunca te beso.

23 febrero 2006

Apuntes en una barra de hielo


Esta vida de prisas no le deja a una tiempo para sentarse un ratito y decir, “me quedo en off, no estoy ni para mí, no cuenten conmigo”.
Recapitulemos Tacones:
1. Los Martes siguen vacíos; Algo de cenar y una película.
Tengo un candidato a la vista que puede sustituir a Fernando, pero aún ando ajustando perfil al puesto.
2. Igor es ya hombre divorciado y, por ende, separado también de esta Tacones que escribe.
Nuestra despedida fue melodramática, exagerada, como lo es todo en él: histriónico. Terrible. Él llorando, borracho, suplicando que no le abandonase yo también, que qué iba a hacer ahora con los zapatos…
- Busca una cenicienta cuando pasen las doce- no puede evitar soltarle la paparruchada…
Al día siguiente de mi ruptura sexual con Igor tuve un insight, le llamé y le comenté que por qué no le daba una oportunidad a Helena, mi vieja amiga, que por qué no la apadrinaba en el ático un tiempo. Que pasaba un mal momento, que la pobre se había instalado en casa y que yo no estoy hecha para compañías.
Quedamos para cenar los tres: Igor, Helena y yo. Los presenté.
Ella tan dulce, tan mona, tan conjuntada, tan bella…
Igor pareció olvidarme antes de que llegaran los postres: para ese momento, ya andaba manoseando las medias de cristal de mi amiga bajo la mesa.
Hijo de puta, salivaba como un perro de Paulov al escuchar la campanilla (sólo que Helena era mejor alimento)
Helena quedó encantada con Igor (ingenua) y quedó en instalarse en su ático al día siguiente: por su parte, mi antiguo amante, encontró una pava a la que sorprender con sus discursos esnobistas y a la que llevar del brazo a sus recitales horteras en recintos vips.
Y es que: no hay un roto para un descosido.
Martes libres, Jueves libres también… Tacones, ¿qué te está pasando?
3. Hablé con Carlos, el marido de Helena, ya no sé ni cuanto hace. Tal vez un par de semanas. Era previsible…
- Tacones, Helena tiene que volver conmigo. Yo la quiero.
- Eso se lo cuentas a ella Carlos. ¿Ya te has hartado de la otra?
- La otra es sexo Tacones. Está ahí y va a estar todo el tiempo que necesitemos el uno del otro.
- Vale, eso se lo cuentas a tu querida Helena, Carlos. Lo que tienen mujeres como ella es que no soportan una relación a tres. Para este tipo de hembras, es incomprensible que después del sexo con ellas, siga existiendo el sexo, si no es también con ellas. ¿No has pensado compartirla con la otra y montaros un trío divertido?
- La otra tampoco lo acepta.
- Jajajaj, lo tuyo es mala suerte.
- Estás muy guapa, Tacones.
- No voy a follar contigo, Carlos. No te pongas pescuecero.
A Carlos le había negado sexo miles de veces, aunque había follado con él hacía tiempo. Eso sí, siempre con Helena, que veía el sexo conmigo el sexo con ella misma. Reconozco que los tres lo habíamos pasado bien, muy bien.
Pero no podía empezar un rollo con Carlos porque ya no me atraía como antaño. Es un hombre atractivo, eso es innegable, pero no me siento capacitada para soportar a Helena y sus rollos pareja. Y eso es lo que tendría que aguantar a cambio de tirarme a Carlos y a Helena.
Tal vez me esté volviendo vieja… Puede ser.
4. Echo de menos a Fernando. Mucho. Pobres Martes, tan vacíos, tan solos.
5. Ismael anda en crisis. Mi querido Ismael. Su mujer está embarazada de nuevo. Su sexto hijo, así, como lo leen, sin anestesia ni nada: S e x t o.
Yo se lo digo: “Ismael, es lo que tiene ser supernumerario”
Lo que aún no comprendo es cómo su mujer, tras veinte años de matrimonio, no se haya percatado de la potencia sexual de su marido, y sólo acceda a hacer sexo con él vestida, con la luz apagada y con el fin de procrear.
Y lo más surrealista de la historia es que a Ismael, le excita ese rollo, le pone a cien ver a su señora de esa guisa esperándole en la cama, aún a sabiendas que lo máximo que obtendrá de ella son los cuatro gemidos justos para indicarle que la saque a toda leche.
Este sábado pasado Ismael y yo no follamos. Me desnudé, me puse sus botas y estuvimos fumando y charlando hasta altas horas. Es triste su doble vida.
Tan beato, tan vicioso…
Esta trayectoria le tiene que pasar factura, y alguna patología esquizoide resultará de tan contradictorias aficiones.
Si su mujer nos viera, estaría rezando rosarios hasta después de muerta.
Pobre, con lo recatada que es ella…
Gustosa la invitaría a una sesión con su marido. Disfrutaría como un animal.
6. Qué jodido destino, este invitado amoroso sí que sabe cómo hacer para no salir de tu cama...

19 febrero 2006

A primera hora de la mañana


Viene y me propone sexo.
Así, a quemarropa.
Como si fuera lo más importante en este mundo, lo último que hacer.
Quedo en un principio sorprendida, no por la propuesta de hacer sexo con él, claro está, si no por la premura de su petición.
Yo allí, sentada plácidamente en mi oficina, con sus clips de oficina, sus cajones de oficina y su olor a recién limpio.
Cómo iba siquiera a intuir que ese hombre casi cincuentón, encorbatado, que viene de mes en mes a liquidar sus cuentas pendientes, iba a acercase más de lo cotidiano y decirme, sin cortedad alguna, que deseaba reposar su miembro entre mis piernas.
Y no es que no me apetezca asirle de esa camisa recién planchada y a horcajadas sobre él cabalgar la mañana entera…
Pero hombre, así, tan de repente (y yo con estos pelos) no se proponen las cosas...
Que una debe ponerse el zapato adecuado…
Adecuar también la liga a la media…
Calzarse una braga que no suprima el encanto de la liga y...
A su vez, un sostén que no sostenga demasiado…
Que una… Debe pintarse el carmín justo para marcar el glande…
Ponerse el rimel suficiente para no parecer una muñeca de cartón piedra…
Ajustarse el pelo a la nuca para poder ser asida sin entorpecimiento…

Anillar el collar al cuello...
Debe… Ponerse en la muñeca la joya que no suena…
El anillo que no pellizca…
La tobillera que quedará frente a sus ojos una vez de pie encima de su cuerpo…
Y, sobre todo, una debe entender que el hombre que tiene delante no es el peor amante del mundo…

P.D.: La próxima vez que quiera usted sexo conmigo, procure no decírmelo cuando tengo a su señora al otro lado del teléfono.

08 febrero 2006

Leandro


Leandro, mi ocupación del viernes, es albañil. Albañil y pensador, como él mismo se autodefine. Tiene una mujer horrenda, ordinaria, rubia de bote con el tinte siempre a medio echar y con una mala leche continua en el filo de los labios. Entiendo perfectamente por qué Leandro no se acuesta con ella desde que tuvieron a su cuarto hijo. Yo tampoco me metería en la cama con esa mezcla entre oso hormiguero y mesa camilla.
A Leandro lo conocí en la carnicería de un híper cercano a casa. Él estaba comprando al milímetro lo que su mujer le había anotado en una lista mal escrita, con letra de parvulario tonto:
- ¿Cómo quiere la pechuga?- le preguntó apuntándolo con un cuchillo el carnicero
- Yo…Como la de esta señora- contestó risueño mientras señalaba mis pechos embutidos en una camiseta estrecha.
Lejos de enfadarme y reprochar tal actitud machista, en plan feminista del todo a cien, me aparté a un lado, anoté mi número de teléfono en un papel.
Me acerqué con paso firme:
- Caballero, se le ha caído esto.
Y seguí esperando mi turno pacientemente.
Ustedes pensarán que qué fácil. Y sí, ¿por qué tienen que ser las cosas complicadas? Pensé en cómo me follaría Leandro, que en ese entonces no sabía qué se llamaba así, cómo con sus manos rudas y grandes aplastaría esos pechos a los que tan alegremente había hecho mención, y aposté casi mi oreja izquierda a que sería una bestia en la cama. Los restos de hormigón en el pantalón, el yeso aún en la cara… Leandro tenía que trabajar en la obra, eso lo lleva cualquier albañil en la cara, no hace falta ser una Aramis Fuster para averiguarlo.
Al mirar su calzado, sucio, lleno de barro, descuidado y roto a la altura del talón, no me cupo la menor duda: Leandro había nacido para actor porno.
Imaginarlo entre mis piernas, sudando, manteniéndome cogida por los hombros cuando me penetraba para sentirle más adentro me puso caliente… El subconsciente hizo el resto, y aunque iba a comprar chuletas de cabezal, le dije al carnicero:
- Póngame medio de criadillas…
Esa misma noche, el teléfono me devolvió una voz tímida, como esperando una broma macabra… Leandro y yo formalizamos nuestra relación para los viernes.
La semana antes de nuestro primer encuentro, que lo ajustamos a nuestros horarios y a un hotelito muy mono a la salida de mi ciudad, hice todas las cábalas posibles sobre cuál seria el fetiche de mi amante: tal vez un mono de la obra y follarme por la abertura que ellos usan para mear… Quizá, ensayar una obra hortera en la que yo soy una fémina a la que violan en la obra… Vete tu a saber, mi imaginación siempre ha ido un paso por delante de mi consciente.
Leandro resultó ser un obsesivo compulsivo del sexo: la cama con él conforma un ritual de principio a fin.
Siempre una ducha antes, siempre maquillaje en el clítoris y labios, siempre perfume únicamente en la planta del pie.
Y, su fijación por los zapatos también se abrió como una sorpresa: unas sandalias en cabritilla negra imposibles. Desde entonces me desenvuelvo con él sobre 12 centímetros… Preferí no sacar ninguna conclusión lógica acerca de su predilección por tal calzado, ¿para qué?
Este viernes, Leandro ha sido una dosis de buen humor.
Follamos bien a gusto, con las sandalias desprendiendo olor a canela, por el perfume que él ha escogido para mí, y reímos… Y reímos muchísimo.
Al volver a casa, sentí que merecían la pena todas y cada una de mis relaciones. Aunque ahora los Martes estuvieran vacíos e Igor tuviera, a partir de esta semana, que buscar consuelo en alguna fulana de las que van a sus recitales.
Helena, la jodida Helena que es una rémora en casa, me estaba esperando despierta; Ya venía yo llena de sexo, cansada, y preferí dejarme hacer una vez más y ser parte pasiva de su fogosidad.
El sábado sonó el teléfono. Era Carlos, el marido de Helena. Quedamos en vernos el domingo de esta semana, que estaba muy ocupado, que su agenda no le permitía antes… Seguro que quiere que vuelva, que él puede organizarse con las dos…
Y yo, tengo ya ganas de facturar a mi señorita de compañía porque no estoy hecha para vivir con alguien más que mi pajarraco. Que, por lo menos, él no habla.

03 febrero 2006

Jueves Negro

El panorama no podía ser más desalentador.
Al meter la llave en el ático que Igor tiene alquilado para nuestros encuentros (y también para nuestros desencuentros) percibí que el ambiente estaba ya cargado de rutina.
Una atmósfera compuesta del humo de esos jodido purillos de vainilla que Igor fuma a desmano, de alcohol y de olor a sexo húmedo, incipiente.
Igor se encontraba en el sofá sentado, desnudo, con su estúpido sexo colgante detrás de una botella de ginebra medio llena o medio vacía, según se mire. Y yo la veía medio vacía, por su aspecto desaliñado, por sus ojos entornados y su purillo a medio consumir asido en la mano izquierda.
De fondo, para que la escena quedara aún más corrosiva, más dramática, para darle tal vez al tema un toque de ternura, Igor escuchaba el cansino CD que sólo contenía una canción: “Voyage” de ese Moustaki al que siempre acudía cuando estaba creando alguna de sus obras.
Pero esta vez no creaba. No modelaba forma. No intuía el papel ningún pensamiento.
- Ponte el vestido y los zapatos.

Me acerqué al vestidor: me desabroché la chaqueta, me deshice de ella. Me quité uno a uno los zapatos que me trajeron del trabajo hasta allí. Me senté, me encendí un pitillo.
Desabroché la camisa: un botón tras otro hasta observar mi sostén.
Me miré al espejo.
Esa era yo.
La hebilla de mi pantalón de sastre. Así, sentada, sin moverme.
Levanté un poco el culo para que bajara.
Lo arrastré y lo dejé caer sobre los tobillos.
Me sonrió el encaje de las medias sobre mis muslos.
Un poco más arriba mi sexo desnudo.
Me puse en pie: se quedó el pantalón en el suelo.
Tomé el vestido rojo de satén al que acompañaba los bonitos zapatos de salón que Igor había elegido: tacón interminable de aguja (reconozco que me costó miles de ensayos en casa sostenerme sobre esos andarines), de aguja roja, el resto negros.
Anillé el collar de perlas al cuello.
Puse perfume en las ingles, en el ombligo, entre mis pechos, en la nuca, en la nuez.
-Ven Tacones…
Y subió el vestido hasta el ombligo, y dejó la botella en el suelo. Y me mordió el sexo hasta que grité.
Apretando mi culo, hundía su melena entre mis piernas…
- Ábrete… Un poco más… Así, agáchate un poquito.
Y la lengua de Igor lamió mis labios hinchados mientras sus manos separaban y unían mis nalgas.
- Quítate el vestido.
……
- Ahora el sostén…
……
- Cálzate los zapatos sin medias…
Sin sentarme. Nunca me permitió estar sentada para vestirme o desvestirme si él estaba mirando.
Me giró.
Me apoyó sobre el sofá de cara al ventanal que nos dejaba la ciudad al descubierto.
- ¿Es hermosa la vista, verdad?
Y lo era. Si por algo echaría de menos a Igor era por aquel telón de fondo nocturno, lascivo, modelicamente incorrecto.
Me penetró. La sodomía, podría jurar, es la forma de poder masculina por excelencia.
Esta vez me dolió más por su premura que por la fuerza de su sexo al entrar en mi culo.
Pretendía tal vez apurar esos momentos como si fueran los últimos. Como si tras ese encuentro no quedara otro.
- La semana que viene seré un hombre libre.
Con la cabeza apoyada en el reposabrazos, y absorta, sin pensarle, sin pensar, intenté no escucharle.
- La semana que viene soy hombre libre, Tacones.
Acompañaba a su frase unas embestidas que crecían en fuerza…
Se corrió dentro.
Yo no. No llegué a saborear el orgasmo con él anoche.
Encendí otro cigarrillo. Miré los neones con el asombro de un niño ante un hormiguero.
Se puso a llorar.
El hijo de puta se puso a llorar como si fuera su primera vez.
(Esto no, me dije, por aquí no paso)
Lamí su sexo aún erecto.
- Añade un par de perlas más al collar para el jueves que viene, Igor. Vas a conseguir ahogarme un día de estos.
Volví al vestidor e hice todas las acciones anteriores a la inversa.
Conectó de nuevo el CD mientras salía yo del ático y le vi acercarse al escritorio y tomar su pluma…
Ya en casa, una Helena rancia que lloraba viendo por enésima vez “Cosas que nunca te dije”…
Maldije una vez más a Isabel Coixet por su cinta y me fui a la cama.



02 febrero 2006

Se masca la tragedia

Me temo lo peor. Los días grandes suelen terminar en tragedia, eso lo sabe hasta el más memo. Y en los míos, las tragedias toman un tinte que sobrepasa el melodrama. Ese maldito Aristóteles debió conocerme antes de afirmar rotundo que ni por exceso, ni por defecto, que en el centro residía la virtud. Y unas narices, querido filósofo. Ni de broma, o por lo menos en mi no se cumple.
Estás tú, que no es poco. Que me lees, al que escribo. Al que me gustaría cruzarme al girar la esquina de casa. Con el que me desearía compartir el cuerpo de Helena, que seguro te gustaría por leve, como todo en ella: Helena es genialmente leve porque no tiene nada dentro. Juro que si tiene algo de cerebro es de pura casualidad. Pero es tan bella. Tan inocentemente bella…
Solo por esto es un gran día: ni por el trabajo que me come las horas y la moral, ni siquiera por los amantes… Ni el sexo rotundo que envuelve mi vida como una condena.
Es por ti, hallazgo de este último tiempo.
Protagonista indirecto de mi historia.
Esta noche Igor de nuevo.
Estoy empezando a cansarme de sus monsergas antes de ir a la cama… Para eso tiene a su mujer, bueno, por poco tiempo. Se están tramitando sus papeles del divorcio y él sabe, tan bien como yo desde hace años, que en el momento en el que disfrute de su soltería dejará de disfrutar de su gusto por hacerme calzar zapatos de salón los jueves por la noche.
Jamás había visto a un hombre que, amando tan poco a su esposa, se empeñe con tanto ahínco en que ésta no le abandone.
Yo ya lo habría hecho hace años: es insufrible vivir con un snob como Igor; Boris Vian le hubiera dedicado páginas enteras de haberle conocido.
En cierta forma, me da hasta pena abandonarle yo también. Pero estas son las reglas del juego: Malditos Tacones no comparte vida con hombres solteros.
Ni siquiera, a estas alturas de nuestra particular partida, me permito licencias.
Aunque me cueste deshacerme de su gusto por las perlas sobre el cuerpo desnudo, de beber ginebra como un borracho a sorbos resonantes, y de manejar mi culo con una delicadeza digna de un malabarista.
Me jode que la vida se imponga con sus manías absurdas… Es demasiado corto el espacio de tiempo para perder a Fernando y tener que dejar a Igor…
Veremos como está esta noche la cena, el postre y la sobremesa…
Lo dicho: me temo lo peor.

01 febrero 2006

Apuntes de última hora

He estado atareada, cansada, básicamente hecha unos zorros…
Dejo algunas notas de lo que tendría que comentar hoy, pero no lo voy a hacer: Helena me espera tras su ducha de algas, tendida en mi cama…
1.Fermando… Le echo de menos. Mucho. En su funeral, el lunes pasado, tuve el placer de conocer a su hijo…
2.Como habrán podido comprobar, Helena se ha instalado temporalmente en mi casa. A veces me dan ganas de estrangularla con uno de sus pañuelos de firma, pero: cómo trabaja la chica con su lengua… Que se quede un tiempecito más, no hay problema…
3.Igor está insoportable… No sé si cambiarle su día para el sexo o cambiarle el psicoanalista.
Buenas noches, mañana será un gran día.